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Contra editorial: ¿Milei es el límite de quién?

Por Santiago Costa

En una nueva editorial de Jornada («Milei es el límite») el periodista se muestra azorado por la proporción de votos que el economísta austríaco-argentino recoge entre sus amistades más íntimas.

Enumera todos los defectos del libertario (mercado de órganos, portación de armas, privatizaciones generalizadas, antimalvinero, anti d.d.h.h., etc.). Pero las encuestas muestran que entre sus votantes esas propuestas son mayoritariamente rechazadas.

Una vez establecido que Milei es «malo», se mira a su votante de dos fórmas: o como estúpidos o como perversos. Es como mira la derecha a la izquierda, el antiperonismo al peronismo. Nada nuevo.

Fiel a su matriz antipolítica, el periodista nos regala la explicación:

«Milei es el producto de la mediocridad de los dirigentes que nos gobernaron en las últimas décadas. De todos y todas. De un lado y del otro».

Reta a la políticos («deberían hacer una autocrítica severa y demostrar que están dispuestos a cambiar»), a los que carateriza como gente que «se sirve de la política para engordar sus bolsillos».

Una aproximación

Pero Miei es parte de un fenómeno mundial de ascenso de las derechas populistas (Bolsonaro, Trump, Marine Le Pen y demás), donde el componente anti sistemico es clave.

En el caso argentino, la plasticidad mediática fue basal en la construcción del panelista que devino político. El periodismo en este caso tuvo un papel crucial. ¿Dónde está esa autocrítica?

El voto de Milei efectivamente proviene de los desencantados de la experiencia macrista y de la albertista.

El crecimiento en la intención de voto de Milei es directamente proporcional a la crisis cambiaria e inflacionaria.

Su bastión es el voto joven (sub 40), cuya rebeldía ya no se refugia en la izquierda (como en el 2000) o en La Cámpora (como en el 2008). La «generación cripto».

Hoy Milei es parte de un escenario de tres tercios y el que más mide como candidato individual, lo que puede dejar una foto desoladora en las PASO (Juntos por el Cambio dividirá el voto en dos y el Frente de Todos, por ahora, en dos o en tres).

Pero el abrumador pedido de cambio que miden las encuestas (2/3) pude verse moderado en un balotaje frente a un voto sistémico-conservador.

Por ejemplo los votantes del Frente de Todos pueden volcarse masivamente a Horacio Rodríguez Larreta en una segunda vuelta contra Milei (como votaron a Lousteau en 2015 en la capital).

Incluso el voto de Juntos por el Cambio puede dividirse en porciones similares si el balotaje fuera entre Milei (base Bullrich) y el Frente de Todos (una porción del radicalismo).

¿Sirve culpar a los políticos (¿la casta?) o es solo un recurso fácil que vende bien?

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